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Derivas en Edimburgo

por Ana G. Chouciño
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La Deriva fue la primera canción de la noche, la primera de tantas otras en las que no hemos dejado de encontrarnos. En esa entrevista que no me atreví a hacer* les hubiera preguntado si notan la diferencia cuando saltan fronteras, cuando cantan ante los que nos hemos ido, ante los que ya no estamos pero seguimos leyendo los periódicos con incredulidad e impotencia.

Para Vero, otra Alicia sin ciudad

Cuando llegué a Edimburgo Copenhage se había convertido en mi himno y en el de tantos otros. Aeropuertos y miedos; a irse, pero también a llegar. Confundíamos principios y finales y soñábamos con cualquier tiempo y cualquier lugar, excepto el nuestro. En Londres, hace ya dos años, nos sacudieron el alma porque seguían hablando de nosotros, del caos que estaba a punto de estallar en aunque esta vez nos pillara lejos.

Y en estas últimas semanas, en las que el país que hemos dejado parece desmoronarse en la distancia, sus letras no hicieron más que confirmarse como tristes presagios.

Y ahora los veo por fin en Edimburgo. Lo hago al mismo tiempo que intento acabar un trabajo final del master que comparte tema con su último disco: derivas.

Se llaman derivas a los recorridos sin rumbo fijo, a perderse por la ciudad dejándose llevar por casualidades e instintos. Perderse para encontrarse. Una deriva nos ha traído hasta aquí a todos nosotros pero también a ellos.

La Deriva fue la primera canción de la noche, la primera de tantas otras en las que no hemos dejado de encontrarnos. En esa entrevista que no me atreví a hacer* les hubiera preguntado si notan la diferencia cuando saltan fronteras, cuando cantan ante los que nos hemos ido, ante los que ya no estamos pero seguimos leyendo los periódicos con incredulidad e impotencia. Y en estas últimas semanas, en las que el país que hemos dejado parece desmoronarse en la distancia, sus letras no hicieron más que confirmarse como tristes presagios.

Ha vuelto la sed, nos queda garganta y puño y Pucho nos lo ha cantado a voz en grito recordándonos que hay esperanza en la deriva.

Golpe Maestro no pudo sonar con más certeza, ni con más esperanza a pesar de esta oscuridad sin mapas. Ha vuelto la sed, nos queda garganta y puño y Pucho nos lo ha cantado a voz en grito recordándonos que hay esperanza en la deriva. Recordándonos por qué nos hemos ido.

Las canciones del último disco se mezclaron con las más antiguas, pero todo parecía hablar de lo mismo, y la cuadratura del círculo quedó revelada por apenas unos instantes. Esta es sólo mi opinión, demasiado influenciada por derivas personales y lecturas extrañas, pero quizás la riqueza de Vetusta Morla sea esta: conseguir que ayer, en Edimburgo, cada uno de nosotros hayamos adaptado música y letras a nuestra propia historia, a nuestros propios mapas y aeropuertos. Quizás nos hayan animado a seguir inventándonos salidas.

* Ana se refiere a la entrevista que hizo nuestro compañero Arturo Nicolás Martinez y que puedes leer aquí >>

Foto © Oscar Santana

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