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‘La Piel Construída’ de Javier Chozas

por Vanesa Cejudo

Entrar en la exposición de Javier Chozas es ante todo una experiencia sensorial no apta para para quien no pueda evitar tocar lo que está viendo.

Una primera sala, que contiene pequeños receptáculos para degustar, como quien abre una caja de chocolates, poco a poco. Cada una de las piezas, son pequeñas expresiones escultóricas que no sabes donde ordenar porque no encuentras registros lógicos en el recuerdo, pero sí se muestran pequeños inteligentes guiños que nos hacen clic con una anárquica sensualidad. Un erotismo de una obscenidad absolutamente preciosista.

Esta primera sala te lleva a mirar con detenimiento, con impúdica extrañeza, con curiosidad ilimitada, contemplando hacia dentro, cada una de esas ofrendas que laten como joyas tras un episodio indecente.  

Y mientras miras y admiras, buscas más referentes que ayuden a ese fantástico ejercicio de la imaginación, donde construyes tu propia experiencia expositiva; y ahí caes en el título de la exposición, ¨La Piel Construída¨, y te das cuenta del monumental ejercicio escultórico que hay detrás de aquellas pequeñas joyas contenidas en vitrinas, como figuras de orfebrería que hablan por sí mismas un lenguaje íntimo, oscuro e inquietante.

Javier Chozas © Galerna foto. Ministerio de Cultura y Deporte

La Piel Construída, !qué ironía!, una piel que no toca y a la que no puedes tocar, como aquellas imágenes tabúes que vienen como flashes a la memoria y que las hace desaparecer el exceso de moralidad. Estas representaciones endemoniadas son un delicioso recreo en los rincones oscuros de la sexualidad.

La segunda sala es otra experiencia, diferente, muy muy diferente, casi contraria. Se convierte en una sala para jugar, imaginar, para viajar a la niñez y volver a gozar de lo infantil.

El espacio te regala la posibilidad de hacerlo porque está envuelto en una escenografía onírica espectacular. Aquí ya no hay vitrinas contenedoras, aquí se construye un lugar para habitarlo desde un surrealismo a la altura de tu disfrute. Una sala que te lleva a pensar que estás al otro lado del espejo de la mano de Lewis Carroll, imaginando seres inexistentes y situaciones que te interrogan sin parar. 

Este lugar te pide atravesar los reflejos de sus paredes para comenzar a soñar con cosas inexistentes, de otros mundos. No puedes encontrar instrucciones de uso, es un ejercicio de libertad a la altura del movimiento inocente de un niño, donde no buscas razones, donde no miras lógicas, donde sólo te dejas llevar por la invitación experiencial que supone entrar en un habitáculo único, especial, personal. 

Y termina con una tercera sala más tradicional. Una enorme escultura de presencia faraónica, que te hace vivir una experiencia, de nuevo, completamente diferente a las dos anteriores. En este caso no hay un primer esfuerzo visual e intelectual por parte del espectador, es una figura obvia: un imponente animal que, a pesar de estar construido por materiales transparentes, se hace omnipresente en la sala.

Javier Chozas © Galerna foto. Ministerio de Cultura y Deporte

Una escultura donde la iluminación, otra vez misteriosa, te lleva a investigar en cómo se construyó aquella inmensa pieza, y un último ejercicio, que al contrario de las anteriores, busca cerrar todo el discurso de una exposición narrada y vivida por capítulos. ¿Qué significa aquella figura imponente al final de la exposición?  Algunas interpretaciones rápidas te llevan a pensar que las dos primeras salas son las entrañas esparcidas del animal vaciado, otras ideas con las que especulas, es que es una muestra de lo oculto en lo obvio, o lo escondido tras una vida, o lo transparente de nuestras emociones más básicas como el deseo… cosas que no puedes esconder a pesar de su transparencia porque la presencia absoluta de ese deseo se hace evidente en la sala; puedes engañarte tras una aparente transparencia, y pensar que no se ve, pero es obvio, esa emoción está ahí.

Una exposición al fin y al cabo de las que no olvidas, de las que se quedan en la retina, en el recuerdo, y quizás en la piel. Porque está construida para vivirla, para experimentar a través de las sensaciones, sus múltiples estímulos. 

Una propuesta inteligente, compleja y rica que a pesar de que activa todas las teclas de un gran espectáculo, se encuentra desnuda de artificios fáciles, algo que obliga al espectador a explorarla desde un lugar complejo y de introspección. 

Una exposición apta para todos los públicos, porque se adapta a la mirada de quien la observa. 

¡No os la podéis perder! 

Foto portada © Galerna foto. Ministerio de Cultura y Deporte.


Estará hasta el 12 de octubre en La Fragua de Tabacalera Madrid. Promoción del Arte.  Ministerio de Cultura y Deporte. Subdirección General de Museos Estatales

https://www.promociondelarte.com/tabacalera/expo-484-la-piel-construida-javier-chozas

 

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