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La 12A Biennal d’Art Leandre Cristòfol, en el centro de arte La Panera

por Ana G. Chouciño

El punto de partida no es un tema que hilvane cada una de las obras, una palabra clave que sostenga la exposición como un esqueleto previo. Pero este esqueleto sí que existe, ha ido formándose al mismo ritmo al que crecen los cuerpos.

La 12A Biennal d’Art Leandre Cristòfol, en el centro de arte La Panera, está comisariada  por Alexandra Laudo y Soledad Gutiérrez, junto con Cèlia del Diego, directora del centro. La mayoría de las piezas que la conforman han sido creadas entre 2019 y 2021, coincidiendo en gran parte con la crisis pandémica. Y aunque nacen de proyectos que ya estaban en curso, intuimos en estas obras la necesidad y la posibilidad de otro contexto, de otro paisaje; de revisionar presente y pasado y desear un futuro todavía posible. 

Maddi Barber / Yours Truly, 2018

Maddi Barber (Lakabe, 1988) asume en Gorria (2020) las bondades y la crueldad del mundo rural, plantea otros ritmos. En Yours Truly (2018), junto a Christopher Murray y Charlotte Hoskins, reconstruye con antiguas cartas el camino recorrido  por varias piezas taxidérmicas hasta su incorporación al Museo de Manchester. Estos cuerpos, antes con  vida y ahora reducidos a artefactos, son un recordatorio incómodo de un pasado colonial e invasor justificado en nombre de la ciencia.

Con Unfixed infrastructures and rabbit holes (2020), la instalación de Mario Santamaría (Burgos, 1985), uno de esos animales parece cobrar vida. Vemos a un ciervo en una pantalla. Lo rodean máquinas y cables, en la propia pantalla, pero también en el espacio expositivo. Los cables se corresponden a un circuito de wifi alternativo al de la Panera, manipulado para que la información circule de la manera menos efectiva posible, desafiando así los principios que rigen estos sistemas. Santamaría reivindica su fisicidad y da prioridad al recorrido, no al destino. También se celebra el camino en Mapas irreversibles (2021) de Fermín Jiménez Landa (Pamplona, 1979), pieza en la que, tras preguntar a un transeúnte, dibuja en la pared el recorrido entre dos muros. Lo hace con trazos rápidos; es una línea, la abstracción de un territorio. Sumatra (todo es imposible) (2019), es un vídeo con sucesivos planos de palmeras siendo derribadas. Son imágenes hipnóticas con una lectura ambigua. Paradójicamente, el derribo de esta plantación es parte de una acción ecológica, pero no estamos seguros de si esto da margen a la esperanza, o si ya es imposible, como reza el título.

Si estos artistas reivindicaban el camino, Olga Olivera-Tabeni (Lleida, 1972) lo deja atrás y se detiene en los márgenes. En Trenta-quatre dies caminant al voltant de trenta-quatre parce.les (2019-2020), la artista recorre unas antiguas fincas sirviéndose como guía de documentos notariales en los que el terreno se define por sus límites. Olivera-Tabeni intenta reconstruir los antiguos paisajes y el rastro de sus dueños, pero es un proceso infructuoso. Queda, eso sí, un registro fotográfico de las lindes, ya desdibujadas, ajenas a la producción y pobladas de malas hierbas.

Olga Olivera-Tabeni / Trenta-quatre dies caminant al voltant de trenta-quatre parce.les (2019-2020)

Mientras Olivera-Tabani intenta reconstruir la relación entre el territorio y sus habitantes, Mariona Moncunill (Valls, 1984), realiza el ejercicio inverso. En Malpaís (Trilogía; vacances; malpaís/badlands), (2021), mediante vídeos y fotografías, elimina cualquier referencia humana de las películas de Sergio Leone. El desierto de Almería, escenario de numerosos spaghetti westerns, se vacía de significados. Inevitablemente, crearemos otros, pero tendremos, al menos, un espacio más amplio para hacerlo. Marc Vives (Barcelona, 1978) vuelve a  introducir el cuerpo en el paisaje, esta vez el suyo. Es que ahora no puedo (2020) tiene como punto de partida su exposición en el etHall de Barcelona, en 2018. Cada día, nadaba y cantaba en frente a la montaña de Montjuic. Vives reconoce el entorno a través de su cuerpo. Convierte las rutinas en mantra, en una experiencia personal que logra transformar en colectiva. 

Lola Lasurt / Emisión periódica definitiva 2017

La fauna que puebla nuestros paisajes, los fenómenos atmosféricos, la vegetación… funcionan como metáforas de comportamientos humanos en muchas leyendas. Son la herramienta de trabajo para Irene Solá (Malla, 1990) La artista se acerca a ellas buscando una conexión con el presente; cuestionando, de paso, la visión antropocentrista que proyectamos en nuestro entorno. Dos obras, investigan un motivo iconográfico repetido durante muchos siglos: una mujer cabalgando sobre la espalda de un hombre, como representación de la manipulación ejercida por el sexo femenino. Los formatos utilizados son el vídeo y el friso. Este último es también el lenguaje utilizado por Lola Lasurt (Barcelona, 1983). Lasurt reinterpreta la historia, pero en su caso se concentra en episodios mucho más recientes. Más que con la historia, trabaja con la representación de esta investigando hechos recientes pero previos a ella. En sus frisos recrea fotogramas televisivos, borra los rostros. Reflexiona así sobre la memoria, su reconstrucción y el olvido. 

Estos artistas cuestionan la realidad o buscan alternativas a través de imágenes. Luz Broto y Mar Arza, en cambio, lo hacen con palabras. En Duplicar Ordres (en curso desde 2015) Luz Broto (Barcelona, 1982) recoge en diferentes ciudades carteles con órdenes escritas a mano. Los arranca de su ubicación y en su lugar coloca otros lo más parecidos posible. En La Panera observamos todos estos carteles descontextualizados, desactivados en un entorno ajeno al inicial. Nos cuestionamos entonces su validez y su lenguaje. 

Mar Arza / Armario de Aristas (2021)

Mar Arza (Castellón de la Plana, 1976) trabaja con las palabras y sus límites. Lo que queda al margen del concepto, pero también de la página. Juega con la dimensión física de las palabras, las extrae de los libros con la precisión de un orfebre, experimenta con sus significados y con su forma.

Si como decía hay un hilo conductor que, aunque no preconcebido, sirve de esqueleto, las esculturas son su columna vertebral. Las obras de Lucía C. Pino y de Elena Aitzkoa brotan de manera orgánica, dialogan con el resto del cuerpo expositivo y funcionan de anclaje.

Enena Aitzkoa / Preñada (2018)

Lucía C. Pino (Valencia, 1977) parte de materiales cotidianos pero los retuerce y los modela hasta convertirlos en algo viscoso y tenso, tan incómodo como atrayente. Para esta muestra trae piezas que ya habían sido creadas. Juntas crecen los matices y se convierten en una reflexión sobre el pasado, una proyección al presente y al futuro, distópica y seductora. Las esculturas de Elena Aitzkoa (Álava, 1984) parecen surgir del suelo de La Panera, son cuerpo y paisaje que fluyen junto al resto de piezas. Hechas con materiales encontrados, telas y madera, semejan crisálidas de colores, acurrucadas antes de la metamorfosis. 

Ponen el broche a esta exposición Do The Print, un proyecto editorial a medio camino entre diseño y arte que se expande por las paredes de la sala. No solo vemos publicaciones, sino también los procesos que llevan a estas: vídeos, audios, materiales impresos. 

Salimos de las salas con dudas más que razonables sobre nuestro entorno, sus convenciones y sus dinámicas. Algunos artistas nos han mostrado lo evidente. Otros, han creado un microuniverso de alternativas poéticas, irónicas, distópicas. De manera orgánica esta bienal ha conectado con el momento actual y sus incertidumbres. Artistas y comisarias han escrito un relato sutil y lleno de matices, extrapolable a otras vidas, a otras crisis. 

La 12A Biennal d´Art Leandre Cristòfol, en La Panera, permanecerá abierta hasta el 13 de febrero.

Artistas: ELENA AITZKOA / MAR ARZA / MADDI BARBER / LUZ BROTO / LUCÍA C. PINO / DO THE PRINT / FERMÍN JIMÉNEZ LANDA / LOLA LASURT / MARIONA MONCUNILL / OLGA OLIVERA-TABENI / MARIO SANTAMARÍA / IRENE SOLÀ / MARC VIVES

Imagen de portada © Unfixed infrastructures and rabbit holes (2020), de Mario Santamaría

 

 

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