LSFF: El amor no es lo que era de Gabriel Ochoa

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Brit Es Magazine regresó a South Kensington para asistir a una nueva proyección del London Spanish Film Festival, esta vez El amor no es lo que era de Gabriel Ochoa. Ambientazo en el vestíbulo del Ciné Lumière; en gran parte porque un grupo de jóvenes estudiantes con la vida por delante, que emitían los sonidos propios de su edad. También había una fila ecléctica de cinéfilos delante de la taquilla, algunas señoras francófonas sofisticadísimas que cruzaban hacia la puerta, los sonrientes miembros del equipo del London Spanish Film Festival y ¡Oh My God, Federico Trillo! (cuando un nombre propio me viene a la mente de repente, siempre lo hace con la vocecilla que presentaba a las Celebrities en Muchachada Nui, no puedo evitarlo).

Pues sí, el Embajador de España en the United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland, en adelante, Londres, se fue a ver la peli como uno más. También estaban en la sala el director Gabriel Ochoa y la productora Paloma Mora que fueron presentados por Joana Granero, la directora del Festival.

Aunque no lo parezca, el hilo conductor de El amor no es lo que era es la física, y cuenta la historia de tres parejas: Álex (Nicolás Coronado) conoce a Lucía (Aida Folch) y la velocidad de fuga (hacia Francia, ¡qué casualidad!) determinará su futuro juntos. Paz (Blanca Romero) y Jorge (Alberto San Juan) son dos treintañeros que ya no tienen nada que decirse (hipérbole cuyos cuerpos nunca volverán a su punto de origen) y Albert (Carlos Álvarez-Nóvoa) e Irene (Petra Martínez) se reencuentran tras estar años separados (parábola cuya trayectoria parecía que no volvería a unirse).

Para los que sois de letras, el equipo de postproducción y efectos inserta grafismos con x, y, ángulos, parábolas, hipérboles y más cosas de ciencias en algunos planos cenitales. Lucía es estudiante de física y Paz es profesora de física. La física tiene todas las respuestas.

Supongo que habrá que preguntarle a la física cómo es posible que Álex (alto, guapo, galeno, viajado y encantador) se enamore perdidamente de Lucía (que debería denunciar al equipo de maquillaje y peluquería) después de atropellarla, porque ella va en bici hablando por el móvil y no presta atención al tráfico. Y, a pesar de que ella le rehuye y le muestra su cara más borde, Álex, erre que erre, insistiendo en conocerla y en mostrarle lo majo que es.

Habrá que preguntarle a la física también por qué Irene, después de haberse enfadado con Albert y dejarlo plantado en un restaurante, se sube a su coche y se ponen a cantar con él una canción como si aquello fuera Wayne’s World y les da un ataque de risa y la canción no es graciosa ni nada. O cómo puede ser que Paz y Jorge vivan bajo el mismo techo y duerman en la misma cama si se ven en la piscina y no se hablan y lo único que hacen, todo el rato, es sentirse incómodos.

Supongo que habrá que preguntarle a la física cómo es posible que Álex (alto, guapo, galeno, viajado y encantador) se enamore perdidamente de Lucía (que debería denunciar al equipo de maquillaje y peluquería) después de atropellarla, porque ella va en bici hablando por el móvil y no presta atención al tráfico. Y, a pesar de que ella le rehuye y le muestra su cara más borde, Álex, erre que erre, insistiendo en conocerla y en mostrarle lo majo que es.

He de reconocer que es una película ideal para todos aquellos que les gusten las historias de amor o crean que “el amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección”. Yo no tengo una querencia especial por este tipo de trabajos, así que eso, a lo mejor, influye en mi percepción de las incoherencias del guión. Y, desde luego, no es peor que algunas de las comedias románticas que me vienen a la cabeza (¡atención que voy a citar a Sam Mendes!): la infame Love, Actually (Richard Curtis, 2003), la pretenciosa Away we go (Sam Mendes, 2009) o la tediosa Last Night (Massy Tadjedin, 2010). Si alguna de esas os han gustado, El amor no es lo que era os va a encantar.

De hecho, el público del Ciné Lumière disfrutó con la proyección: se reía a carcajadas en algunas de las escenas, sobre todo en la trama que corresponde a la historia de los dos jubilados, que no por inverosímil deja de ser tierna. Pero creo que la cosa podría haber dado mucho más de si haciendo menos hincapié en la física y más hincapié en el guión.

Durante la presentación, Paloma Mora y Gabriel Ochoa comentaron que El amor no es lo que era también era un homenaje a Valencia, ciudad donde se desarrolla la película, y eso creo que sí lo han logrado. Las localizaciones (en las que casi no se utiliza el recurso fácil de emplear el casco histórico) y la fotografía de Gabriel Guerra presentan una encantadora ciudad para vivir, con sus avenidas, su mar, sus azoteas, sus viviendas luminosas y donde siempre hace buen tiempo.

Se acabo el día, se acabó (para mí) la romería y au revoir Ciné Lumiére. Para mi desgracia, poco después de mi marcha, Jordi Moyá, Álex Brendemühl y Andrés Velencoso posaron carismáticos y sonrientes en el photocall, hubo coloquio y fotos y esas cosas. Pero a ellos no me tocó verlos…

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