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El sueño dirigido

por Miriam Rodríguez
David Lynch
Artículo publicado originalmente en Brit Es Magazine #0Dreams en Diciembre de 2016. Liberado hoy, en su versión on-line, para estos días de confinamiento en el que el cine nos está sirviendo de refugio y de espacio para soñar y vivir, incluso encierros más inquietantes que el del Covid-19, como en El ángel exterminador, Stella Candente o Dogtooth... Cine y sueños, ¡pasen y lean! / Ilustración: © David Lynch by Murnau Den Linden

Hace, creo, seis años, una persona cinéfila y conocedora de los entresijos de la industria, me habló de una película. Durante un seminario al que ella y otras personas de perfil similar asistían, se había proyectado un largometraje indescriptible, y tan difícil de digerir, que provocó las protestas de los alumnos y el abandono de la sala de un par de espectadores. La idea de que una película hubiese provocado una reacción tan airada provocó en mi un profundo deseo de verla. Verla con la intención de escandalizarme y hablar mal de ella. Meses más tarde, cuando por fin un DVD llegó a mis manos, mi fascinación resultó tamaña que tuve que verla dos veces seguidas, sin pausa. Se trataba de Dogtooth (Yorgos Lanthimos, 2009). Un trabajo que despierta sensaciones perecidas a El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962) una obra maestra del surrealismo fílmico, en la que un grupo de miembros de la burguesía mexicana son invitados a una mansión de la que no pueden salir. El encierro resulta incomprensible, no sabemos qué es lo que retiene al grupo en la casa, pero sus consecuencias resultan demoledoras.

Un encierro semejante también fue tratado recientemente en una película magnífica que pasó de puntillas por las salas comerciales; Stella Candente (Luis Miñarro, 2014) una desconcertante crónica del reinado de Amadeo de Saboya, quien llega a España con intención de modernizarla y debe enfrentarse al poder de la religión, la tradición y la cultura, esos términos tan presentes en el argumentario buñueliano. Una visión alucinada llena de referencias pictóricas, fílmicas, literiarias y musicales, no apta para espectadores perezosos.

En Dogtooth, tres chicos viven en una casa con jardín y piscina, rodeada de una valla que les impide el contacto con el exterior. En esta ocasión conocemos las causas del encierro: los padres han decidido crear un universo que se rige por sus propias reglas de conducta, lingüísticas, de convivencia. Un universo incomprensible para el espectador, del que los chicos podrán escapar cuando hayan perdido un colmillo, de ahí el título.

Semejante derroche de surrealismo convirtió inmediatamente a Lanthimos en uno de mis directores favoritos, admiración que sólo consiguió acrecentar con Alps (2019) y la multipremiada The Lobster (2015). Historias poco convencionales que buscan desconcertar al espectador, altas dosis de humor negro y tramas en apariencia incoherentes que resultan, en conjunto, una crítica demoledora a las convenciones sociales. Posiblemente el más digno heredero de Buñuel en el siglo XXI, Lanthimos podría haber acuñado una de las numerosas frases que el genial aragonés dejó para la historia: “La ciencia no me interesa. Ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la contradicción, cosas que me son preciosas”.

El sueño, la risa en forma de humor negrísimo, la contradicción, las imágenes que parecen sacadas directamente del subconsciente, son constantes en el trabajo de los dos directores, separados en el tiempo, pero no en las obsesiones, el estilo ni el lenguaje.

Buñuel esperaba un recibimiento controvertido de su su primera película Un chien Andalou (1929). Incluso más controvertido que el visionado de Dogtooth entre mi amiga y sus compañeros y, cuenta la leyenda, se fue al estreno con los bolsillos llenos de piedras, para responder a las reacciones airadas del público si llegaban a producirse. Pero los espectadores parisinos resultaron ser modernos y visionarios, y recibieron con entusiasmo un cortometraje que seguía una única premisa “no aceptar idea ni imagen que pudiera dar lugar a una explicación racional, psicológica o cultural”. Es posible que en París ya estuvieran curados de espanto después de la proyección de  La Coquille et le clergyman (Germaine Dulac, 1928) verdadera película pionera del movimiento surrealista, con un argumento que resulta aún más escandaloso que la escena del ojo cortado por una navaja de afeitar: las ensoñaciones sexuales de un sacerdote. Ahí es nada.

Desgraciadamente, poco pudo hacer el márketing de la genial Dulac, acreditada cineasta, periodista y crítica de cine e incansable luchadora de la causa feminista, ante dos guionistas que alcanzarían fama internacional; ni más ni menos que el propio Buñuel y un individuo llamado Salvador Dalí, que escribieron Un chien Andalou después de una conversación en la que compartieron sueños, entre ellos una navaja que atraviesa un globo ocular, que fue aportación del director, y una mano de la que brotaban hormigas, que fue soñada por el pintor.

Dulac ha resultado injustamente eclipsado en la memoria colectiva, a pesar de los brillantes ejercicios de narrativa audiovisual que inauguró con su película, con un lenguaje pionero que después reconoceremos en Un chien Andalou y en el non plus ultra de la cinematografía surrealista: L’âge d’or (Luis Buñuel, 1930) una película extraordinaria, con guión conjunto de Dalí y Buñuel, que narra con una imaginería no menos extraordinaria el poder de la religión, la cultura y las ideologías en la represión del inconsciente. Una historia que cuestiona las barreras morales y políticas, como seguiría haciendo con gran acierto durante casi medio siglo de carrera, con obras maestras que, aún a día de hoy, son incapaces de provocar indiferencia, como Viridiana, El discreto encanto de la burguesía o Belle de Jour.

El dúo Buñuel-Dalí llegaría a influenciar el cine del propio Alfred Hitchcok, quien también recurrió a la emergencia del inconsciente y la presencia de lo onírico en algunos de sus trabajos más conocidos. En Vértigo (1958), realiza un hermoso homenaje al director aragonés en la célebre escena del campanario. En Spellbound (1945) Hitchcock en persona le pide al productor David O. Selznick que contacte con Salvador Dalí para que diseñe la escenografía de una secuencia clave de la película (secuencia que sería considerablemente reducida en el montaje final, por exigencias del propio productor).

El mismo Hitchcock que recomendaba “hacer sufrir a los espectadores lo máximo posible” se habría regocijado con The nightmare before Christmas (Henry Selick, 1993) una película de animación para adultos, que empieza con su protagonista deprimido paseando por un cementerio acompañado por su perro fantasma. Sí, Henry Selick, Tim Burton es el productor. Para todos aquellos que visionamos mucho clásico Disney en durante la infancia, esta película resultó una revelación. Y, si entre estos clásicos Disney estaba Alice in Wonderland (Clyde Geronimi, Wilfred Jackson y Hamilton Luske, 1951) y soñamos con un conejo blanco, ataviado con chaleco y faltriquera, al que íbamos a seguir hasta el País de las Maravillas, nos resultó tan inquietante ver a Donnie Darko conversando en plena noche con un enorme conejo (negro, chamuscado, siniestro a más no poder) al principio de la película que lleva su nombre. Este conejo no parecía invitarnos a un mundo de fantasía. Este conejo no parecía invitar a nada bueno. Sin pretenderlo, Donnie Darko (Richard Kelly, 2001) retrataba un mundo surrealista en el que el sonambulismo, la esquizofrenia y las realidades paralelas campaban a sus anchas, para desgracia de su protagonista y regocijo morboso de los espectadores.

A pesar de lo que pueda parecer por lo afirmado hasta ahora, el surrealismo hispano tiene mucho de humor negro y gamberrada, con una tradición audiovisual que incluye Eloísa está debajo de un almendro, Pedro Reyes y Pablo Carbonell en La Bola de Cristal, capítulos de Looney TunesMonty Phyton y The Young Ones y tramas descacharrantes y políticamente incorrectas. Por eso era de esperar que Amanece que no es poco (José Luis Cuerda, 1989) tardase poco tiempo en convertirse en película de culto. Un collage que mezcla con maestría el esperpento y el surrealismo, un retrato hilarante repleto de situaciones absurdas, que dibuja con maestría la idiosincrasia española. Todavía podemos recitar muchas de sus frases de memoria. Que quería yo hablarle de Dostoievsky.

Y así llegamos al inconsciente de David Keith Lynch, creador de un universo misterioso y totalmente verosímil: episodios inexplicables, pequeñas comunidades que funcionan de manera opresiva e inquietante: Mulholland Drive, Twin Peaks, Blue Velvet, Lost Highway…

Ilustración: © David Lynch by Murnau Den Linden / Brit Es Magazine #ODreams

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