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Los reyes (británicos) del European Research Council

por Xavier Alcalá
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Que se dejen de joder y se larguen. Que hagan el referendum y ganen los del Boris Johnson. Fuera. Hasta aquí llegamos.

Salimos de un seminario sobre “ciberseguridad en el transporte” que dio en la UDC (Universidade da Coruña) una experta en Horizon 2020 venida de Bruselas. Llueve en el Impaís de la Lluvia y el agua brava del Atlántico invita a recogerse bajo los soportales de la Plaza de María Pita. Convidamos a comer (no cuento qué manjares, para que no sufran los expats que conocen Galicia) a la visitante. Comiendo, largamos contra los ingleses.    

Para mí son ya diez años de pulular por Bruselas y uno va cantando de oído, qué coño. Ojalá hiciera mucha propaganda el Boris de los pelos pajizos y los pesados de los Brits se fueran para siempre de la Unión Europea. Lo único que quieren es chupar (“I want my cheque back”, o algo así, decía la Iron Lady). Pero, como se marchen, van a llorar, por lo menos los más conscientes… Con todo, que nos dejen tranquilos, que se traguen su democracia (absurda, con monarquía por el medio) y vayan a mangar a otro sitio. Eso lo dice mucha gente, en los veinte idiomas que se oyen simultáneamente en la capital de la Unión.

El European Research Council es el organismo más serio que hay en el mundo en materia de grants para los científicos. Todos los investigadores del mundo desean las bolsas del ERC.

  

Ya está bien de aguantar exigencias y chulerías. Me contaba un auditor de la Comisión Europea que al principio casi todos los papeles le llegaban en francés. Ahora le llegan todos en Eurenglish. A los europeos continentales ya nos impusieron el idioma de los yanquis a través de su proxy británico. Sería lo que quedase de los ingleses: una lingua franca.    

Que se dejen de joder y se larguen. Que hagan el referendum y ganen los del Boris Johnson. Fuera. Hasta aquí llegamos. Bien dijo de Gaulle que Inglaterra (nada de Gran Bretaña, que es todo un cortijo de los señoritos de Londres) no debía entrar en el Mercado Común Europeo (como se llamaba cuando empezó la cosa). Que se vayan a lamerles el trasero a sus cousins dueños del mundo, que aquí estamos para compartir: sharing is loving. O mejor dicho, do ut des en latín, lengua de cultura de todos los europeos. ¿O en qué, si no en latín, escribió Newton su ciencia? 

Instituciones con ayudas del ERC

Listado de Instituciones Europeas que cuentan como mínimo con 35 ayudas del ERC. 02/06/2015

Ciencia… Voy a confesar algo acerca del vino de la comida: tinto de Monterrei. El Duero es un río mágico. Desde lo más áspero de Castilla a las tiernas amenidades del Norte portugués, a lo largo de su cuenca se producen tintos gloriosos. Por Galicia corre un afluente del Duero, el Támega. Se dice que el nacionalismo gallego tiene como frontera los tintos (nadie en el mundo discute la calidad de los blancos del Impaís Levitante); pero el de Monterrei, Val do Támega, es excelso. Se lo debemos al Padre Duero (Douro en el trecho final).    

Ciencia, decía, sí señores. Convidada y anfritriones nos pusimos firmes con ayuda del vino. El European Research Council es el organismo más serio que hay en el mundo en materia de grants para los científicos. Todos los investigadores del mundo desean las bolsas del ERC. Los yanquis, los canadienses, los rusos, los japoneses… quisieran poder presentar sus propuestas a los scientific panels del ERC. Suízos e israelíes apuestan duro, Suíza e Israel son países asociados; no son miembros de la UE pero pagan cuota para participar en el programa Horizon 2020 de Investigación e Innovación. Obtienen muy buenos resultados. Investigan con dinero de todos nosotros. Do ut des: pagan, participan y dan las gracias por que se les deje ser europeos comunitarios por lo menos en la Ciencia.    

Ojo: cuando uno revisa los resultados de las grants acumuladas por los científicos que “juegan a Europa Unida”, se queda con la boca abierta por la participación británica y sus aciertos en la competición. Encabezan ranking europeo la University of Cambridge, campeona absoluta, la University of Oxford, segunda en el podio, y la University College London, tercera. En el puesto 8 aparece el Imperial College; en el 9, la University of Edinburgh. Son la envidia de toda la Unión…    

Llueve, “tras los cristales llueve y llueve”. La Plaza de María Pita (coruñesa que ahuyentó al malvado Drake) está en un relleno a pocos metros sobre el nivel del mar, que no para de subir. Algún día la Cidade Vella de Coruña volverá a ser una isla de granito y habrá que ver con escafandra la estatua de la heroína… Algún día no habrá Unión Europea, ni Europa, ni nada. Pero de momento hay. Sobre todo hay una voluntad residual de hacer Europa a pesar de los euroescépticos. Por Bruselas andan ingleses que se dan cuenta. Y nos dan la razón. Les palmeamos la espalda…

Me siento pesimista a pesar de esa caricia del sol entre nubarrones: creo que Cameron va a salvar su pellejo en el referendum, que no va a haber Brexit; y que los ladinos de los ingleses van a seguir chupando del Continente.

  

Vamos terminando con filloas de crema (nada que ver con los ‘pan kakes’ insulsos). A los amos de Londres todavía les quedan huesos que roer en el cortijo. Los escoceses no se chupan el dedo: véase la Scotland House que tienen en Bruselas. Por algo será. Y los irlandeses del Norte van a cumplir los cien años de sumisión. ¿Querrán romper con la Unión Europea o no?    

Saliendo del restaurante, una raiola (no sé cómo se dice en castellano) hace brillar las losas de la plaza linda, cuadrada, muestra del poderío de este burgo marítimo (“Un puerto con una ciudad pegada”, como lo calificó el eurodiputado Camilo Nogueira). Me siento pesimista a pesar de esa caricia del sol entre nubarrones: creo que Cameron va a salvar su pellejo en el referendum, que no va a haber Brexit; y que los ladinos de los ingleses van a seguir chupando del Continente (con la democrática disculpa de que en Escocia y en la provincia norteña de Irlanda hubo mucho voto a favor de la permanencia).    

Por cierto: adoro la lengua inglesa. En ella aprendí mucha ingeniería de telecomunicación y en ella leí grandes novelas de mi vida.

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