Festivales de Cine
Rubén Darío viajó a Andalucía en 1902 buscando luz, intentando sacudir la melancolía que acechaba bajo las nubes de París. Tenía apenas 35 años, pero su desarraigo familiar, su infancia difícil como niño superdotado y su madurez precoz se habían convertido en una carga demasiado pesada. El cansancio y la tristeza había degenerado en depresión y alcoholismo: el sol parecía la única medicina posible.

Lo hace a través de fotografías, vídeos caseros y grabaciones de sus actuaciones, de entrevistas a sus amigos, de una magnífica voz en off que hilvana fragmentos de su vida. El acento andaluz de Juan Diego, casi convertido en música, arropa al personaje con ternura y humor. El mesías, por fin, recupera así su condición de humano. Descubrimos a un hombre humilde pero consciente de haberse convertido en el símbolo de una etnia, de un modo de vida. Cuenta su amigo Paco de Lucía que Camarón no necesita letras reivindicativas en sus canciones, que, solo con su voz rasgada transmite el sufrimiento y la persecución que su pueblo sufrió durante siglos.