‘GLORIANA’: JAQUE A DOS REINAS

Reina Elisabeth I (Ana Caterina Antonacci) y Robert Devereux, conde de Essex (Leonardo Capalbo). @ Javier del Real / Teatro Real

El pasado 12 de abril se estrenó en el Teatro Real de Madrid ‘Gloriana’ de Benjamin Britten. Hasta el próximo martes 24 se ofrecerán un total de 9 funciones de esta nueva producción del Real, en coproducción con la English National Opera y la Vlaamse Opera (Ópera Flamenca) de Amberes.

‘Gloriana llega por primera vez a la capital española bajo la batuta del director musical del Teatro Real, Ivor Bolton -cuya lectura de ‘Billy Budd’, el pasado año, fue unánimemente aplaudida- y con dirección de escena del escocés David McVicar, muy fiel a la dramaturgia de la ópera.

Benjamin Britten (1913-1976) compuso ‘Gloriana’ para celebrar la coronación de la reina Isabel II. El solemne y pomposo estreno de la ópera en el Covent Garden de Londres el 8 de junio de 1953, con la presencia de los más altos dignatarios del Reino Unido y de la realeza europea, resultó un estrepitoso fracaso, ya que la ópera retrata con crudeza un episodio poco digno de la atribulada vida de la reina Isabel I (1533-1603), que se debate entre sentimientos y pasiones ‘demasiado humanos’, sin el aura heroica que esperaba el público selecto congregado para la ocasión.

Reina Elisabeth I (Ana Caterina Antonacci). @ Javier del Real / Teatro Real

Ver a la mítica ‘reina virgen’ renacentista, ya en edad avanzada y en el apogeo de su reinado -en el que florecieron William Shakespeare, Francis Bacon o Christopher Marlowe- enamorada del joven (y casado) conde de Essex y actuando con ira y despecho, o despojada de su peluca en la intimidad de sus aposentos, supuso tal desconcierto para los asistentes, que la crítica castigó a Britten sin compasión, confundiendo el valor intrínseco de la partitura con la inadecuación de su tema a las circunstancias festivas del acontecimiento.

Después de un largo letargo, y ya alejada del contexto social de entonces, ‘Gloriana’ fue poco a poco imponiéndose en la programación de los teatros, por la calidad musical y dramatúrgica de la ópera, que alterna momentos de magnificencia operística casi verdianos con escenas de intimismo, una orquestación refinada llena de evocaciones de la música renacentista -sobre todo de Purcell-, y personajes herederos del teatro shakesperiano.

Son precisamente dos británicos conocedores de la rica tradición teatral inglesa y de la obra de Britten los encargados de dirigir la producción.

David McVicar sitúa a la Reina en el centro de un mundo palaciego corrompido e hipócrita, que ella controla con mano de hierro, en la misma medida en que es atentamente vigilada por súbditos y cortesanos, en una Europa inmersa en luchas religiosas y territoriales.

Isabel I se mueve en una escenografía depurada y conceptual de Robert Jones, que enfatiza el trabajo actoral de los intérpretes. El rico vestuario isabelino concebido por Brigitte Reiffenstuel, inspirado en pinturas de la National Gallery de Londres, asume un carácter casi escenográfico. La ópera refleja así, en la escena, la ósmosis que traspasa también la música de Britten, escrita en el siglo XX pero impregnada de olores y colores renacentistas.

Ivor Bolton está al frente de un doble elenco encabezado por las sopranos Anna Caterina Antonacci y Alexandra Deshorties, en el papel de Isabel l.


Fotografía de portada: Reina Elisabeth I (Ana Caterina Antonacci) y Robert Devereux, conde de Essex (Leonardo Capalbo). Fotógrafo: @ Javier del Real / Teatro Real

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