Inicio Arte ‘Hamada’, de Eloy Domínguez Serén. Dar voz a los que nadie escucha

‘Hamada’, de Eloy Domínguez Serén. Dar voz a los que nadie escucha

por Ana G. Chouciño

No es la primera vez que Eloy Domínguez Serén nos habla de diásporas y sus consecuencias. No Cow on the Ice (2015) fue un diario de sus años en Estocolmo, del extrañamiento ante un nuevo paisaje y a una nueva lengua.

Pero hay sitios encadenados al desarraigo, incluso para los que nacieron en ellos.

Se le llama hamada al desierto pedregoso, árido, con muy poca arena. Los saharauis también nombran así al vacío, al espacio carente de vida. Pero en Hamada (2018) sí que hay vida y no se detiene, a pesar de que lo provisional se haya convertido en eterno, a pesar del hastío, de la repetición de los días, iguales e infinitos como los granos de arena.

Eloy da voz a los que nadie escucha. Un grupo de amigos veinteañeros viven en un campamento de refugiados en el desierto de Argelia. No hay conversaciones directamente relacionadas con su situación social ni política, no se les pregunta sobre los 40 años de su pueblo atrapado en medio del desierto, cuando ellos ni siquiera existían.  Eloy no busca alegatos ni frases aprendidas. Simplemente, les da espacio, los deja hablar, y es a partir de cuando empezamos a reconstruir historias como si fuesen puzles,  las suyas y las de tantos otros, dramas camuflados entre risas, porque Hamada es un documental divertido  y tierno, esperanzador, a pesar de todo.

El instinto de supervivencia se aferra a lo cotidiano para resistir: escuchar música, fumar, una fiesta, aprender a conducir. En una de las escenas, un joven, con los ojos vendados frente a la carretera, adivina por su sonido la marca de los coches que se cruzan con él. Varios coches atraviesan el desierto a la vez, lo hacen a gran velocidad, una coreografía perfecta siguiendo líneas invisibles.

El coche como símbolo de las ansias de libertad de este pueblo, pero también de su frustración: los desplazamientos son siempre muy limitados debido a su condición de refugiados.

Esta vez Eloy no narra en primera persona, aunque llegamos a intuir su rostro en una de las escenas, viendo la televisión con el resto de los jóvenes. Quizás esta ha sido la clave, no nos habla de él pero siempre ha sido parte, la única manera, quizás, de construir un relato honesto, de hacernos entender que la hamada está llena de voces que quieren ser escuchadas.

Sus trabajos anteriores, No Cow on the Ice  y Pettring, ya fueron proyectados en anteriores ediciones de IberoDocs. 

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