Creo que Carlos Casares fue el narrador gallego con más relaciones fuera de Galicia, más conocido allende las fronteras naturales del reino de los celtas y los suevos. Carlos me enseñó mucho, y me defendió de ladrones de derechos de autor y de enemigos de ideas. Fue algo más que mi editor en la Editoral Galaxia.
El inolvidable Carlos me dijo que hay dos tipos de escritores dispuestos a defender pensamientos: los que escriben ensayos y los que escriben cuentos y novelas. Y que él creía que lo mío era lo segundo.
Haciendo caso a quien fuera fundador del Pen Club de Galicia y presidente del Consello da Cultura Galega voy a contar mi experiencia sobre escribir en gallego e intentar que la propia obra transcienda los límites de la cultura cuya lengua escogí como idioma de implantación literaria.
En primer lugar, cita de cita. Citando a Víctor Freixanes –actualmente presidente de la Academia Gallega– debo recordar lo que a él le decía el llamado patriarca de las Letras Gallegas, Ramón Otero Pedrayo: “Todos somos conversos”.
Ciertamente. Desde que los Reyes Católicos procedieron a la “doma y castración del Reino de Galicia”, el idioma gallego, con el que se creó el enorme monumento literario de las cantigas medievales, pasó a ser la “lengua B” del sistema diglósico gallego. La “lengua A” de Galicia viene siendo el castellano desde hace más de quinientos años. En este idioma “superior” fuimos educados todos los que aprendimos a leer y escribir en Galicia. Y hasta hoy llega la trampa del llamado “bilingüismo harmónico”, urdida por la derecha que gobierna Galicia por delegación del poder de Madrid.
No hay tal armonía: el castellano aplasta. Como diría el profesor Ricardo Carballo, la figura más lúcida de Galicia entre los clásicos de la filología galaico-portuguesa, “el castellano se debe aprender mientras no importa que el gallego se olvide”.
Con todo, si se mira la historia de los idiomas en Galicia, se verá que –apesar de su ausencia en el ámbito de la formación– el gallego nunca desapareció de las Letras y que, a partir del Rexurdimento del siglo XIX, es notoria su presencia. Por solo citar una autora de gran transcendencia fuera de Galicia ahí está Rosalía Castro recuperando en verso la lengua proletaria de su pueblo.
Digamos que desde hace unos ciento cincuenta años en Galicia hay autores que optan por el castellano, por el gallego, por ambos idiomas y hasta por algo intermedio. Si sacamos a relucir bultos de la narrativa gallega, veremos que la condesa de Pardo-Bazán nos dejó unos espléndidos ‘Pazos de Ulloa’ que desentonan en castellano; como desentonan en ese idioma ‘Los gozos y las sombra’ de Torrente Ballester. Y no hablemos de tanta obra del genio mayor de Valle-Inclán, que merece párrafo aparte.
Valle es un ejemplo claro del desastre lingüístico de Galicia, empezando por los apellidos. El suyo verdadero era “Do Vale”. Este tipo estrafalario, instalado en el Madrid esperpéntico de sus tiempos, llegó a decir que escribía en castellano porque prefería que lo entendieran en veinte países, no solo en cuatro provincias. Ernesto Guerra da Cal, el gallego que desde el New York College introdujo en los Estados Unidos a Rosalía Castro, Valle-Inclán y Eça de Queiroz, me dijo repetidas veces que la mayor genialidad de Valle consistía en haber creado un barallete (un lenguaje menor, de oficio) que hacía creer a los castellano-hablantes que estaban leyendo en gallego…
“Ferrol me fecit”: esa es la frase adaptada por Gonzalo Torrente Ballester a partir del famoso “England me fecit” de Graham Greene. A mí, como a Torrente, me hizo Ferrol, la ciudad-ciudadela que siempre codició el Imperio Británico. Los avatares de la guerra civil y la incivil postguerra hicieron que mi padre –médico del sistema público de salud– fuese a dar en Ferrol procedente de Castilla la Nueva. Yo era un niño pequeño que hablaba castellano infantil. Y ahí se produjo la inmersión y el fenómeno de osmosis. Quien lea mi novela más popular, ‘A nosa cinza’, verá qué fácil era en mis tiempos revelarse contra la injusticia lingüística: el gallego se usaba en clase de Gramática de la Lengua Española para, por comparación, aprender ortografía castellana.
Y salí rebelde. Me metí en el movimiento de la llamada “nueva canción”. De ahí surgieron las letras para quien sería el único cantante capaz de conseguir, no cantando en castellano, cuatro discos de oro en las listas de la música popular de España. Escribiendo letras de canciones en gallego para Andrés do Barro concebí la idea de que un artista de la palabra está moralmente obligado a expresarse en la lengua del pueblo que le dio la sustancia literaria.
Siempre me emocionó saber la intrahistoria de ‘Merlín e familia’, novelita con la que se inicia –en la visión de teóricos de la Literatura– el movimiento del realismo mágico en Europa. Cuando su autor, Álvaro Cunqueiro, dio a conocer el original, grandes académicos le vinieron a decir que una maravilla así no debía aparecer en gallego sino en castellano. Pero don Álvaro se negó porque sus personajes eran paisanos de las aldeas de Meira por donde él andaba (según me contó Ramón Piñeiro, que fue mi guía ideológico y primer editor a pesar de la censura franquista).
Creo que todos los escritores gallegos conscientes de su condición nacional no se quedaron tranquilos escribiendo en castellano: a don Gonzalo Torrente yo lo apretaba por que no escribía en gallego y me respondía gallegamente: “Es que yo tendría que escribir en ferrolano” (o sea, en dialecto de nuestra ría)…
Hay autores que decidieron ayudar a construir un corpus literario gallego que recolocase a Galicia en momentos de esplendor como los de la Edad Media. Yo soy uno de ellos y me siento muy orgulloso de haber escrito desde hace muchos años artículos de periódico, crónicas de viaje, cuentos y novelas. Y de haber tratado en gallego una multitud de temas con cientos de paisajes de fondo sobre la faz del mundo.
Pero debo decir que vivo insatisfecho por el trato que mi obra recibió más allá de Galicia. Es bien conocido el artículo de George Orwell ‘Why I write’ sobre quiénes somos los escritores y por qué escribimos. El mundo se nos queda pequeño, y los escritores en “lengua menor” pagamos un precio caro por nuestra decisión, cuando –como en el caso de los gallegos– tenemos acceso fácil a una “lengua mayor”.
Y voy a poner un ejemplo que lo va a aclarar: en 1980 se publicó una novela mía, ‘Fábula’ que venía precedida del entonces más importante premio de la narrativa gallega, el Cidade da Coruña, y acompañado por el de la Crítica Española. Un amigo portugués, emocionado por la obra, la llevó a la editorial DIFEL de Lisboa. Allí el lector correspondiente la recomendó para publicar en versión portuguesa y me presentó a la directora de la editorial, que ya había leído su informe. Aquella señora fue rotunda: la DIFEL publicaría mi novela cuando ya hubiera sido publicada en castellano… Deduzca quien esto lea lo que se mueve por detrás de la anécdota.
Siempre pensé que la Literatura está por encima de los idiomas, aunque los idiomas condicionan las maneras de pensar y sentir. Por eso me atreví a hacer traducciones de mis obras e irlas presentando a editores de fuera de mi ámbito natural de expresión. Repetidas veces (y conservo las cartas correspondientes) me encontré con la respuesta por parte de editores españoles de que lo que quisieran de un autor maduro como yo era obra original en castellano. Tómese la segunda nota al respecto de nuestro problema de escritores en lengua minorizada, que no menor pues a cualquier persona con conocimientos de idiomas se le alcanza que el gallego no es una lengua regional europea sino la matriz de un idioma con cientos de millones de hablantes en cuatro continentes: el portugués.
Y cierro discurso aquí diciendo que en mi intento de abrirme al mundo hay dos etapas claras: la del papel y la del soporte digital; la de la compra en tienda y la de la compra por la web.
Durante la del papel varios de mis títulos se versionaron en castellano y fueron defendidos por editoriales españolas con distinto resultado. Por ejemplo, le fue muy bien a Anaya con ‘Argentina’, el libro de reportajes que tuvo origen en ‘Arxentina’, publicado inicialmente por Edicións Xerais de Galicia. También tuvo buenas ventas en SM ‘Contra el viento’, versión castellana de ‘Cárcere verde’, ya publicada por Galaxia. Menos fortuna tuvo la cuidada edición en castellano de ‘Código Morse’, publicada por Valdemar, y originalmente en gallego por Edicións Xerais.
Durante los nuevos tiempos tres editoriales me solicitaron las traducciones de obras mías que llamaban la atención por sus recorridos y por el interés de los contenidos. Una de ellas es Nowtilus, de Madrid, que publicó ‘La Habana Flash’, viaje novelado por la Cuba inconfesable, inicialmente publicado en gallego en Galaxia. Nowtilus consiguió un notorio éxito de ventas, y no solo en España (a lo que ayudaron las ferias del libro de Miami y Buenos Aires). También Nowtilus se marcó un triunfo comercial con ‘Verde oliva‘, mi novela sobre una revolución cubana nunca contada, publicada al tiempo por Galaxia en su versión original gallega.
Y aquí es necesario abrir una disquisición. Por causas ya mencionadas, los gallegos, colonizados culturalmente durante siglos, tienden a leer en castellano. De ahí el recelo de los editores gallegos frente a las versiones en castellano. Pues bien: imagínese mi satisfacción al ver cómo las ventas de ‘Verde oliva’ en castellano produjeron un efecto inductor de ventas en versión gallega, porque –según me decían los libreros– yo soy un escritor gallego y mi obra se asocia con ese idioma.
Algo muy parecido ocurrió con las versiones en castellano de otras novelas largas mías. Ézaro Ediciones, editorial a caballo entre Madrid y Santiago, me pidió la versión castellana de ‘Alén da desventura’, novela galardonada con el premio mayor de los textos largos en gallego, el Blanco-Amor. La titulamos ‘Al sur del mundo’ y se vendió bien, por la vía tradicional y ya a través de plataforma digital. Esa novela llevaba publicada en gallego más de una década y no pude observar un “efecto de llamada al gallego” con su aparición en castellano. Sin embargo, sí lo hubo en el caso de la trilogía ‘Evangélica memoria’. Poco hacía que Galaxia había publicado la tercera novela cuando Ézaro publicó en castellano las tres partes de la trilogía. Y de nuevo se produjo el fenómeno de inducción a la compra en versión gallega. De manera que se agotó el primer tomo y Galaxia tuvo que reeditar.
No tuvo la misma suerte la versión en castellano de ‘Fábula’ publicada por Rinoceronte, una pequeña editorial gallega de gran mérito: el de introducir en mercados ajenos obra inicialmente publicada en gallego, y publicar en gallego traducciones de obras de gran originalidad escritas en otros idiomas. Condiguió una significativa venta inicial, pero sin seguimiento; lo cual lleva a pensar en falta de capacidad de promoción por parte del editor.
Para curiosos de traducciones de mis obras en castellano, andan por la web en formato ePub ‘Cuentos de las Américas’, ‘Hotel Damasco’, ‘Contra el viento’, ‘Al sur del mundo’ y ‘Argentina’. Imagínese la emoción que me produce seguir la procedencia de las descargas a través de las notas de pago que me manda el banco: el mundo parece pequeño…
Para ir acabando esta visión de mis experiencia de autor en lengua minorizada que quiere cantar al mundo sus verdades, diré que tengo la esperanza puesta –cómo no– en la aventura de mi editorial de base, el sello Mar Maior. Los trabajadores de Galaxia saben que vivimos en un sistema metaestático en cuanto a edición, difusión y distribución; y que –como escribió Rosalía de Castro– “Toda a Terra é dos homes”. Por el momento, Galaxia se lanzó a publicar en lenguas próximas, castellano y portugués, y escogió una de mis novelas más sentidas, ‘Huinca Loo’, con la que sorprendí hace casi cuarenta años por la presentación de un mundo inaudito: el de las pampas profundas de la Argentina.
También sabe la gente de Galaxia que el inglés es, mal que nos pese, la relay language de la Literatura mundial. De ahí mi empeño en hacer versiones de mis obras a un idioma que imito a diario, no solo porque se lean mis vanidades en él sino porque desde el inglés se llama la atención sobre las traducciones a otros idiomas.
Termino con mi agradecimiento a Sarah Burne James por su delicadísima revisión de ‘Hotel Damasco’, la novelita con la que intenté ofrecer algo exótico desde Brit Es. Esa historia viene de un mundo lejano, el de la Patagonia mal retratada el pobre Chatwin (que la visitó sin saber hablar la lengua de los gallegos, señores de aquel desierto).
Creo que Hotel Damasco gustó y ojalá pueda seguir gustando (está en el servidor de Brit Es esperando lectores, más de los que tuvo). Tengo más textos en inglés necesitados de mente y manos inglesas para pulirlos. Seguro que Sarah, que conoce tan bien el gallego de mis sentimientos, me querrá acompañar en la aventura. Espero no defraudar. Espero que no defraudemos.
Foto de portada: Xavier Alcalá por © Nifunifa
El escritor Xavier Alcalá estará en Londres el próximo martes 26 de septiembre en el coloquio organizado por el Instituto Cervantes de Londres para presentar a la Editorial Galaxia en el día Europeo de las lenguas. En la mesa estarán sentados: Francisco Castro, Xavier Alcalá y Sarah Burne James. El evento se celebra con la colaboración de Brit Es Magazine. Más info haz clic aquí.
Fecha: 26 Septiembre 2017 (19 h) / Lugar: Instituto Cervantes. 15-19 Devereux Court, London WC2R 3JJ